viernes, 9 de septiembre de 2016

Lo nuevo y lo viejo

Dicen los entendidos que para lograr que un blog alcance cierta penetración social, medido según el número de lectores, tiene que renovarse periódicamente. Es decir, que haya un nuevo artículo (no tiene por qué ser extenso) cada dos o tres días. Si un periódico digital parece viejo en cuestión de horas si no renueva sus contenidos, imagínense un blog. Además, piensen en un blog que no sea de moda ni de crítica de series de televisión. Que sea, incluso, de política, como este, y que, a más inri, no venga con encuestas ni esté vinculado a ningún medio de comunicación. Además, la estructura de Internet favorece a los ya instalados en el conocimiento del público: unos cuantos blogs cuentan con más visitas que el resto de cientos o miles juntos. Cuanto más famoso eres, más arriba estás en la lista de resultados de los buscadores. Y cuanto más arriba estás, más sencillo resultará que te visiten. Un círculo vicioso o virtuoso, según se mire, pero que desmitifica la pretendida pluralidad de Internet, al menos desde el lado de la demanda.

Pero no nos regodeemos en la tristeza: explicada una de las razones por las cuales este blog nunca tendrá un alcance masivo, al menos tendrán Vds. la satisfacción de pertenecer a una minoría. Algo es algo. Hasta podrían conocerse por facebook, intercambiar correos e ir al cine juntos: la lectura de estas líneas les habrá unido como otro ejemplo de la astucia de la razón. 

En cualquier caso, ya sea en papel o en digital, uno de los problemas de muchos columnistas de a diario consiste en que, a ese ritmo, resulta imposible reflexionar con cierta finura sobre asuntos de enjundia, salvo alguna mente privilegiada, que de todo hay, y sobre todo en nuestro país. Así, tras unas cuantas semanas en las que ha derramado todo su saber acumulado durante años, el opinador, en lo que da muestras de haberse convertido en una obligación penosa, suele acabar recurriendo a: 1º) un amigo/conocido/lector que le hizo una observación particularmente interesante; 2º) reflexiones sobre la vida/existencia/esencia del ser humano, que vienen a ser lo mismo; y 3º) la película que vio ayer o el restaurante en el que disfrutó con sus "excelencias culinarias". En nuestro ámbito local, en los periódicos de ambas provincias nos encontramos con varios ejemplos paradigmáticos, incluidos algún director. Tocados por la genialidad, tienen la suerte de transformar todo lo que piensan, por irrelevante que en principio pudiera parecer, en material columnístico de primer orden. De esta transformación no se escapan tampoco los nuevos medios digitales, que reúnen en muchos casos excelentes virtudes investigadoras y pésimos columnistas. Para ser justos, hay que señalar que, por el contrario, otros cuentan con estupendos colaboradores de opinión, pero carecen de estructura periodística para abordar labores de investigación. La vida es así de complicada. El tránsito de lo viejo a lo nuevo no está exento de servidumbres.

Y ya que hablamos de lo nuevo y de lo viejo, desde el principio me ha resultado fascinante esa operación política por la que, por un lado, desde la cúpula del partido emergente se proclama que es la ciudadanía la que libre y responsablemente elige a sus representantes mediante primarias y, por otro, el líder no duda en mostrar su apoyo a unos y el rechazo a otros, dejando la la neutralidad para los días de fiesta. Así, dicho partido, en una síntesis de significantes vacíos e irradiaciones múltiples, hace lo contrario de lo que proclama: del teórico respeto y fomento de la pluralidad y del empoderamiento de la ciudadanía se pasa a la práctica de la marginación del disidente y del dirigismo de la cúpula del partido. Dirigismo, por cierto, que no sólo se practica respecto de los militantes y simpatizantes, sino también de las cúpulas regionales, que, como la de Canarias en particular, con un tono casi libertario, eso sí, se limitan a repetir palabra por palabra el argumentario gestado en Madrid. Ya se sabe que en provincias no hay intelectuales dignos de ese nombre ni dirigentes políticos con discurso propio. Seguir al líder siempre ha sido, en todos los partidos, garantía de supervivencia.

Gracias a este partido emergente en particular, es posible que los sueños de renovación política por gran parte de la ciudadanía queden sepultadas, ceteris paribus, hasta la próxima generación. Con razón se me podría acusar de emplear mucho espacio en criticar a este partido, pero me pregunto si respecto de los partidos que se han alternado en el poder en España y de sus líderes en las comunidades hay algo relevante que decir.













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